Si estás leyendo esta Siesta desde el correo, puede que se corte en algún momento porque me he pasado con las fotos 😇. He descartado alguna, pero me niego a borrar más, así que te animo a leer esta carta en la web/app (si pinchas en el título ‘Un Irish Pub en cada esquina’ te llevará directamente) para ver todo sin problema. Grazie ❤️🔥
Llueve a cántaros en Roma. El cielo nunca traiciona, nos ha avisado cerrándose a cal y canto mientras comíamos en un banco dos boles de pasta -raviolis cacio e pepe y fettuccine de hongos y trufa- que prometo no olvidar jamás. Aun así, nos hemos ido de paseo hacia el Trastevere, el barrio donde todo pasa y nada pesa tanto como creíamos. Las primeras gotas nos han pillado de vuelta, cruzando el Ponte Garibaldi. Para cuando hemos querido darnos cuenta, llovía con tantas ganas que no nos ha quedado otra que buscar refugio. Lo hemos encontrado en la terraza cubierta de un Irish Pub. En el plan del día no entraba la lluvia ni tampoco este bar donde acabamos riéndonos a carcajadas porque no le he entendido bien al camarero y, además del vino, me ha puesto una Guinness en vez de una cerveza normal. Está malísima y empieza a hacer frío y cada segundo que pasa parece que llueve un poco más, pero siento que estoy donde quiero estar y no hay nada que pueda arrebatarme este momento.
Una vez escribí: “Los días en los que todo cuesta un poco más viajo a los lugares donde me recuerdo completamente feliz”. Aquel bar en mitad de Roma es uno de esos recuerdos a los que vuelvo con frecuencia. Llegamos allí sin pretenderlo, la lluvia nos llevó, ni siquiera recuerdo cómo se llamaba o en qué calle estaba exactamente. Busco en Google ‘irish pubs roma’ y, después de un rato mareando el cursor, porque recuerdos muchos pero orientación ninguna, lo tengo: Scholars Lounge Irish Pub, en Via del Plebiscito. Me quedo mirando el punto rojo en el mapa, parece uno más de los cientos de bares que animan la ciudad, pero para mí ya no es solo eso. Nuestra historia se escribió durante un rato en esa terraza y eso lo convierte inevitablemente en un lugar que rescataré cuando necesite tirar de recuerdos felices, cuando hable de aquel día en el que el cielo se cayó mientras nosotros brindábamos en un Irish Pub en mitad de la ciudad.
Sigo sobrevolando Roma desde el ordenador y encuentro también el Trinity College Pub, a cinco minutos de la Fontana di Trevi, donde cenamos y descansamos después de patear media ciudad el primer día que estuvimos allí, el día que me enamoré de Roma y un poquito más de ti. Pienso en esa cena, en aquella terraza, en la gente a nuestro alrededor, en cuánto me reí tirando una moneda a la Fontana iluminada, entrada ya la noche. Recuerdo sobre todo aquella risa porque fue una carcajada de verdad, de esas que salen disparadas desde el estómago, explotan en el pecho y te templan hasta el corazón.



No estuvimos más de tres días enteros en Roma y, durante ese tiempo, pasamos algún rato en tres Irish Pubs distintos -el tercero que completa este mapa de recuerdos es The Druid's Den, el más cercano a nuestro hotel en Termini-. Puede que hasta hoy no recordara todos estos nombres, pero tengo grabada a fuego y cariño la sensación de tranquilidad e intimidad que sentí en esos lugares completamente desconocidos para mí.
Cuando subí a Instagram un resumen de aquel viaje, escribí: “No hay mejor sensación que la de sentirse en casa en cualquier parte del mundo”. Obviamente hablaba de A., pero podría haberme referido también a todos los Irish Pub en los que acabamos casi sin querer. Y digo casi porque, quitando aquel en el que nos refugiamos de la incesante lluvia, el resto los podríamos haber evitado perfectamente. ¡Estábamos en Italia! ¿Quién cena en Venecia en el Devil’s Forest Pub con los muchos y maravillosos ristorantes que hay en la ciudad? Nosotros. Cada vez que me tomo un Aperol Spritz vuelvo a ese bar y eso no sé -ni quiero- compararlo con nada.


Va a ser verdad eso que cantan: Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida. No sé en qué momento, a través de que pacto silencioso, cuál ha sido la magia, el magnetismo que nos ha llevado a cada uno de los Irish Pubs donde hemos sido, pero siempre buscamos volver. Aunque sea en ciudades distintas, en otros rincones, en cada lugar que descubrimos por primera vez. En Viena, por ejemplo, acabamos en el 1516 Brewing Company, muy cerca de la Ópera, tan iluminada e increíble y protagonista en mitad de la ciudad a medianoche. En Praga, descubrimos The Irish Times Bar después de quedarnos sin sitio en un bar que teníamos ganas de probar.




Soy muy de planear, busco y rebusco, anoto, ordeno nombres de restaurantes, museos, plazas, parques de las ciudades que vamos a visitar. Son planes en los que no suele haber mucho margen de improvisación y en los que tampoco verás el nombre de ningún Irish Pub, aunque siempre acabemos improvisando y la vida, el destino, la casualidad nos acabe llevando, cómo no, a la puerta de cualquier pub.
Sobra decir que aquí, en casa, en Pamplona, nuestro bar de confianza también es un Irish Pub.
Otros restaurantes, bares y cafés de las ciudades que aparecen en esta Siesta y de los que guardo súper buen recuerdo:
Roma
Además de la pasta para llevar que comimos el día que el cielo se cayó, nunca, nunca, pero nunca me voy a olvidar del cruasán de pistacho que probamos en Molino antes de ir paseando hasta el Vaticano.
Especial mención a la Taverna Le Coppelle a la que nos llevó el mejor profesor que tuve en la universidad, que es además una de las mejores personas que conozco, y que por aquel entonces estaba en Roma. Casi dos años después, sigo soñando con la carbonara y el risotto que comimos allí.


Venecia
Imprescindible el helado de Suso, nosotros probamos el de chocolate y el de pistacho -para sorpresa de nadie-. La tabla de embutidos y quesos, la pizza y la tarta de queso con -sorpresa- crema de pistacho de 1000 Gourmet, también increíbles.



Viena
Si tuviera que elegir un solo bocado dulce para comer el resto de mi vida, sería sin duda el cruasán de almendras de la cafetería Joseph Brot, cerca del Museo Albertina en Viena. Mira que me gusta el chocolate -y el pistacho, claro-, pero ese cruasán… Merece la pena pasarse también por Aufzug Café, no tienen mucho donde elegir, pero es una cafetería curiosa y monísima.
Unpopular opinion: la tarta Sacher, bien, pero no es para tanto.


Praga
Resulta que también me gusta el goulash, quién lo diría. Lo probamos en U Pivrnce, un restaurante checo con comida típica al que nos llevó el guía del free tour. Me gustó casi tanto como las tortitas que desayuné en un restaurante en la Plaza de la Ciudad Vieja, quizá no fue la mejor elección -demasiado turístico y, por lo tanto, demasiado caro-, pero las prisas no nos dejaron otra opción y la jugada al final nos salió perfecta.



Ay el pistacho💚
Me ha encantado 🥰 voy a guardarme todos estos sitios para futuras escapadas. Me has recordado mucho todos los sitios que yo misma he visitado y guardo con cariño 🤎