Nací un día antes de que mi madre cumpliera 29 años. Fue por cesárea, así que no le dolí. Se ríe cuando me cuenta que fue una trampa, que es cierto que no he dado nunca mucha guerra, pero que cuando la he dado ha sido a lo bestia.
A los pocos meses de nacer, tuve cólicos. Debí llorar y llorar y llorar durante semanas. Lo hice tan desconsoladamente que acabaron haciéndose expertos del lloro: sabían diferenciar a la perfección cuándo berreaba porque tenía hambre o sueño y cuándo lo hacía porque me estaba dando un cólico. “No eran lloros, ¡eran gritos!”. Fueron semanas de cansancio acumulado, dolor de cabeza y desesperación. Nunca me lo han dicho, pero estoy convencida de que, aunque fuera solo durante una milésima de segundo, llegaron a pensar: “¿Por qué hemos hecho esto?”. Poca guerra, pero a lo bestia.
Mamá entonces no sabía que aquella iba a ser la única batalla que libraríamos en bandos enfrentados. No tenía ni idea, cómo iba a tenerla, de que llegarían otras batallas, demasiadas, y que en todas he aprendido mucho más que en cualquier colegio. No se imaginaba, claro, que ella misma se convertiría en la respuesta a todas mis preguntas y en el remedio para todos y cada uno de mis miedos.
El impulso cuando las fuerzas flaquean, el salvavidas cuando la tormenta arrecia —incluso cuando eres tú quien la lleva dentro—, un abrazo en el que refugiarme, mi canción favorita, un velero en el mar.
Mamá tenía 28 años cuando descubrió que estaba embarazada, cuando sintió que me quería por primera vez, cuando su piel se estiró hasta el infinito para darme cobijo. Yo hoy tengo 28 años y sigo buscando y encontrando en esa piel todas las respuestas que necesito.
Feliz cumple, mami 💌
qué precioso ay ❤️
Qué bonito tocaya 💕
Yo también tengo un vínculo muy especial con mi mamá